martes, 25 de octubre de 2016

LA EXPLORACIÓN DE LO DESCONOCIDO EN LA POÉTICA DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ



He llegado a una tierra de llegada.
Me esperaban los tuyos, deseado dios;
Me esperaban los míos
que, en mi anhelar de tantos años tuyos,
me esperaron contigo,
conmigo me esperaron.
                                    
J.R. Jiménez (El todo interno)


Autor excepcional en lo que se refiere a la exploración de lo desconocido mediante su poesía es Juan Ramón Jiménez. En su poesía lo desconocido se figura mediante diversas maneras. En especial es significativa la forma en que lo cotidiano y su mundo de objetos y temas se nos muestran bajo el aspecto misterioso, rozando lo indecible y lo incomprendido.
Desde los jardines y las rosas, desde la mujer y los pájaros, desde la tarde y la impermanencia del hombre y de todo, parte el poeta robándole al silencio las metáforas de lo infinito. Esas metáforas que aproximan la actividad dinámica del poeta al aliento primitivo de lo invisible son las que nos guían por el sendero del misterio para transformarnos en esa misma medida que nos conocemos. Pues lejos de ser solo un disfraz para la realidad, la poesía nos adentra en el conocimiento de nosotros mismos al dejar la puerta abierta al enigma:

EL NUEVO DIA (Fragmento)

¡Ignota mina de los sueños
-sólo un aroma vago, un
color desvanecido,
un acento sin nombre-,
a cuyo oro nunca llegan
los pozos de la aurora!

¡Sueños de otro hemisferio
de lo infinito!
(Jiménez, 1982, 276)

Ese mundo misterioso no pertenece a otro mundo, es el mismo mundo de todos los días y de todos los hombres, pero no es accesible de no ser por la profunda mirada poética de Juan Ramón Jiménez. El poeta nos expresa en su escritura el tránsito hacia lo desconocido, un tránsito que es una exploración de la realidad, de una realidad poética:

¿Soy yo quien anda, esta noche,
por mi cuarto, o el mendigo
que rondaba mi jardín,
al caer la tarde?...
Miro
en torno y hallo que todo
es lo mismo y no es lo mismo.
¿La ventana estaba abierta?
¿Yo no me había dormido?
(Jiménez, 1982, 59)


Esta duda sobre la propia identidad, sobre el yo y los objetos y el espacio, no es acaso una de las primeras características que se encuentra en esta exploración de lo desconocido. La mirada que el poeta realiza en torno también la hace al interior de sí mismo, sabe que es él y no es él aquel que recorre la realidad. Esta duda no hace sino enterarlo de su fractura en la que se ve implicada no solo la realidad, sino también la idea de la identidad de su ser.
La duda sobre el estar despierto o dormido indica que este nuevo saber se funda sobre el contacto inminente de la frontera que separa la realidad del sueño y la realidad de la vigilia. El poeta está ahora en esa frontera que divide las dos realidades y en esa medida percibe que “todo es lo mismo y no es lo mismo”.
Además no solo es la duda sobre la identidad del propio ser, sino también sobre la permanencia. Pues al descubrir la fractura de su identidad en otro que es él mismo, llega a la conclusión de que la otra identidad será la que continúe su viaje poético. En su libro Eternidades (1916-1917) leemos:

Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo;
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces, olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.
(Jiménez, 1982, 268).

Desde esta frontera es que nos llegan los signos de su habitar, es desde esa frontera que el poeta nos informa sobre su condición y su duda mortal, pero es también desde esa frontera que el poeta asume lo desconocido.
Es desde esa realidad en que todo es lo mismo y no es lo mismo que nos llega el mensaje del poeta, porque es desde allí que el mismo se ha convertido en mensajero de lo desconocido.
La tarde es la frontera de Juan Ramón Jiménez, es por lo demás el tema, además de la rosa y la mujer, que atraviesa su obra poética. Para el poeta de Moguer la tarde no solo es el momento que separa el día de la noche, sino que es la propia puerta abierta hacia lo absoluto. Aquí dos muestras fragmentarias de dos poemas del libro El silencio es oro (1911-1913):

HORA INMENSA (Fragmento)

“Solo turban la paz una campana, un pájaro…
Parece que los dos hablan con el ocaso.

Es de oro el silencio. La tarde es de cristales.”
(Jiménez, 1982, 193)

TARDE (Fragmento)

“Cada minuto de este oro,
¿no es toda la eternidad?”
(Jiménez, 1982, 198)


El poeta nos deja rastros de lo que suponemos fue un enfrentamiento con lo desconocido. Aquí apreciamos que dicho enfrentamiento ha modificado la conciencia del poeta y por tanto su identidad ha logrado acceder a la condición de la impermanencia en esta realidad. Pero también nos expresa en sus Poemas Agrestes (1910-1911) que su viaje por lo desconocido seguirá:


EL VIAJE DEFINITIVO

…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros
cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.

Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.

Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará nostáljico…

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.
(Jiménez, 1982, 122).

En este significativo poema no solo se aprecia la toma de conciencia del poeta sobre su condición impermanente en esa dimensión misteriosa que llamamos cotidianamente realidad, sino que se nos revela además cierta trascendencia que se descubre al echar una mirada sobre esos pájaros, que resumen la manifestación del espíritu, de lo infinito que canta sobreviviendo al cantor:

¡Otra vez tú, otra vez la primavera,
la primavera en medio de la primavera
si supieras lo que eres para mí.
¿Cómo podría yo decirte lo que eres,
Lo que eres tú, lo que soy yo, lo que eres para mí?
¡Cómo te llamo, cómo te escucho, cómo te adoro, hermano eterno,
pájaro de la gracia y de la gloria,
humilde, delicado, ajeno,
ánjel del aire nuestro,
derramador de música completa!
Pájaro, yo te amo, como a la mujer,
a la mujer, tu hermana más que yo.
(Jiménez, 1982, 370).

Al igual que la tarde, los pájaros son símbolo de ese encuentro con lo desconocido, pero ¿qué otro mundo, o más profundo universo es ese que le canta el pájaro al hombre? Del encuentro con esos pájaros, el poeta escucha el canto de lo infinito:

LOS PÁJAROS DE YO SÉ DONDE
(Fragmento)

Toda la noche,
los pájaros han estado
cantándome sus colores.

No los colores
de sus alas matutinas
con el fresco de los soles.

No los colores
de sus pechos vespertinos
al rescoldo de los soles.

(No los colores
de sus picos cotidianos
que se apagan por la noche,
como se apagan
los colores conocidos
de las hojas y las flores.)

Otros colores,
el paraíso primero
que perdió del todo el hombre,
el paraíso
que las flores y los pájaros
inmensamente conocen.

Flores y pájaros
que van y vienen oliendo,
volando por todo el orbe.

Otros colores,
el paraíso sin cambio
que el hombre en sueños recorre.
(Jiménez, 1982, 354-355)

Según Alegre, en el canto del pájaro, “el poeta reconoce un ámbito secreto, un fondo interior e infinito, “paraíso primero que perdió del todo el hombre”, en el que el pájaro habita” (1998, 202-203) y ahora le revela al hombre. Esos otros colores que le cantan los pájaros del espíritu al poeta son los colores nuevos con los que pinta su nueva realidad. Porque esta nueva realidad es fruto del trabajo poético que Juan Ramón Jiménez ha realizado como su propio combate con el infinito.
Esta realidad de lo desconocido exige por lo demás un esfuerzo del lenguaje para su comunicación. El yo poético de Juan Ramón es esencial en la identificación de la experiencia mística en la que la insuficiencia del lenguaje capta el mayor interés, Alegre lo llama “el encuentro con el ser absoluto en las profundidades del alma, la experiencia extática” (1998, 196-197). En Juan Ramón Jiménez por lo demás la reflexión sobre el lenguaje y sus implicaciones en el quehacer poético es recurrente. En Eternidades se lee:

1
ACCIÓN

“No sé con qué decirlo,
porque aún no está hecha
mi palabra.”

5
¡Intelijencia, dame
El nombre exacto de las cosas!
(Fragmento)
(Jiménez, 1982, 257).

Pero esta insuficiencia del lenguaje, esta dificultad para comunicar su experiencia con lo desconocido, es para el poeta un motivo para su labor. El poeta busca entonces una palabra suya que pueda expresar esta nueva realidad y en esa medida el poeta combate contra el lenguaje y lo lleva hacia el límite para poder comunicarle al otro su revelación.
La poesía se erige entonces como canto del pájaro espiritual de la tarde, como mensaje de la frontera, como imagen esencial de la relación con lo desconocido. No solo eso, la poesía en Juan Ramón Jiménez es signo de una nueva manera de percibir. La expresión es símbolo de la percepción de lo desconocido. Al percibir lo desconocido y transitarlo, el poeta descubre el poder esencial de lo absoluto:

LA CORRIENTE INFINITA

En mí la cojo yo, desde mi hora,
entre las dos orillas
de mi alma y su imajen infinita;
en mí la cojo, pura,
como si, en ella, el largo tiempo oscuro de los hombres
no hubiera sido más que clara eternidad.
(Jiménez, 1982, 296)

Fruto de ese transitar poético por lo desconocido es pues su nueva percepción. Y la palabra con la que nombra a lo desconocido, que es dios o lo absoluto es la “trasparencia”. Resaltamos un fragmento del poema “la trasparencia, dios, la trasparencia”, de su libro  Dios deseado y deseante de 1949, donde el poeta de Moguer nos da una muestra de ese forzamiento del lenguaje y de su novísima percepción. Es aquí además donde el lenguaje poético del autor “es tan explícitamente religioso” (Alegre, 1998, 187). Señala además Alegre, que es en los poemas de Animal de Fondo, en los que Jiménez “explica con claridad su concepción de lo divino y la relación con su poesía”, a saber, que “es lo poético lo que considera profundamente religioso” (Alegre, 1998, 187). Juan Ramón nos habla de un “dios posible por la poesía”, tal dios es inmanente, que él lo identifica con la conciencia universal, así se refiere a él en el primer poema de Animal de Fondo:

Tú, esencia, eres conciencia; mi conciencia
y la de otros, la de todos,
con forma suma de conciencia;
que la esencia es lo sumo,
es la forma suprema conseguible,
y tu esencia está en mí, como mi forma.
(Jiménez, 1982, 402)

Bajo el verbo “clariver” tenemos ahora la relación con lo misterioso, con lo que es lo mismo y no es lo mismo:

Eres la gracia libre,
la gloria del gustar, la eterna simpatía,
el gozo del temblor, la luminaria
del clariver, el fondo del amor,
el horizonte que no quita nada;
la trasparencia, dios, la trasparencia…
(Jiménez, 1982, 402)

La poesía en Juan Ramón Jiménez en tanto transitar por lo desconocido culmina en la visión poética de la trasparencia. Es esta trasparencia lo que queda de la relación con lo infinito. La poesía no se define entonces como un encubrimiento de la realidad o como una descripción de otro mundo, sino que nos devuelve la realidad de lo desconocido en lo conocido, la poesía es entonces la trasparencia de lo desconocido, la revelación misma de lo absoluto en la que el artificio del nombrar está de sobra:

EL POEMA
¡No le toques ya más,
que así es la rosa!
(Jiménez, 1982, 271).

BIBLIOGRAFÍA

Alegre, A. H. (1998). El fondo transparente en la poesía del último Juan Ramón Jiménez. ER Revista de Filosofía,  24-25, 187-206.

Jiménez, J. R. (1982). Poesía. Editorial Arte y Literatura: La Habana.




Por: Yuly Andrea Durango

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